IBOSHIM ARCHEOLOGY

IBOSHIM ARCHEOLOGY

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Torre anibálica de can Servent y sello rodio.

Joan Roig Ribas.

Se trata de una estructura de planta semicircular que asociamos a una posible torre de vigía o anibálica (UE-14). Su cronología la establecimos hacia los ss. II-I aC, basándonos en el material cerámico extraído de la excavación de los rellenos de cimentación (UU.EE. 15 y 159).

Esta estructura apareció en una de las catas de sondeo realizadas para la acotación del yacimiento. En un principio parecía ser una escombrera con materiales del II aC, pero cuando se delimitó la fosa apareció una estructura de planta semicircular con un paramento de piedras calizas de tamaño mediano y trabadas con mortero de barro. La estructura era maciza, con un relleno interno de piedras pequeñas e irregulares. En el núcleo, apreciable por la zanja de una tubería moderna, se podía ver un depósito de tierra y cerámica muy fragmentada. Una vez hecha la excavación del depósito antrópico, que consideramos un estrato fundacional por ser la cimentación de la estructura, pudimos comprobar cómo la torre, escalonada en su parte inferior, adosaba a un corte artificial hecho a la costra calcárea, asentándose se la base del edificio sobre un estrato geológico de arcilla gris. Hay que remarcar, sin embargo, que la estructura sólo se encontraba en el interior de la fosa parcialmente, una parte de ella se apoyaba sobre el estrato geológico de arcilla roja con gravas pequeñas. Podría interpretarse este hilada de bloques calcáreos como alzado de la estructura.





Estructura hemicíclica UE-14.


La datación se realizó con el material cerámico que apareció en los rellenos de cimentación (UU.EE. 15 y 159), y debemos decir que resultó muy significativa la muestra de formas extraída, tanto cuantitativa como cualitativamente. En cuanto a las producciones locales; destacaban las ánforas ebusitanas de clase 1 tipo PE-17 (T.8.1.3.2) y PE-18 (T.8.1.3.3) y los bordes de ánforas del tipo PE-24. Este último caso, además, resultó paradigmático, ya que este tipo de ánforas son una producción de moda formal, es decir, imitan formas extranjeras que en ese momento presentan una gran expansión por el Mediterráneo occidental. En el caso de las PE-24, tenemos una imitación de un ánfora greco-itálica del tipo Benoit 1 republicana, producción de los ss. II-I aC.
                                                                                     
Además, entre la cerámica de importación se encontraron numerosas formas de tipo vascular de barniz negro de producción campaniense. Entre ellas destacaban los cuencos de tipo Lamb-27, y las formas conocidas, popularmente, como platos de pescado, que responden a la tipología Lamb-23. Esta última producción es una imitación de la cerámica ática de barniz negro, concretamente de aquella que la tipología de Sparkes-Talcott define como fish-plate, de ahí su nomenclatura tradicional como plato de pescado. Los platos de pescado grises ebusitanos también aparecieron en un número significativo de individuos en el relleno. Por último, destacar el borde de una pátera campaniense del tipo Lamb-36. Las producciones campanienses de barniz negro alcanzaron su apogeo hacia el siglo II aC, fechándose el inicio de su producción con la segunda guerra púnica (219-202 aC).

Conjunto cerámico de la UE-15.


La principal hipótesis de trabajo se fundamenta en la posibilidad de que estemos ante una turres hannibalis. Esta denominación proviene de las fuentes literarias romanas, y denota su origen púnico. Pero no debemos entender esta estructura como parte de una fortificación o una ciudadela amurallada (acrópolis), aquí, seguramente, estemos ante una torre simple, una posible torre-atalaya.

De estos tipos de torre tenemos paralelos en el interior de Andalucía. El motivo de esta clase de edificaciones todavía es controvertido, pero se supone que podrían ir destinadas tanto al control de redes viarias para la explotación de recursos naturales como a la vigilancia y control de las costas. En el caso de la torre de Can Servent, ambos factores son viables, el hecho de encontrarse en una explanada a unos 500 m de la costa, hace posible pensar que desde una elevación no muy pronunciada el radio de visibilidad pueda ser bastante significativo. Por otra parte, cabe destacar la relevancia geoestratégica del yacimiento, que podría ubicarse en el nudo de una red de comunicaciones entre el hipotético antiguo embarcadero de la Sal Rossa, la presumible explotación salinera de Ses Salines y la ciudad púnica de 'Iboshim. 


Nota breve de epigrafía anfórica.
La pieza que estudiaremos es una ánfora vinaria de la isla de Rodas [1] aparecida en el relleno de cimentación de la torre mentada (UE-15). El fragmento corresponde a un asa con arranque desde el cuello y fractura en el codo. Tiene una sección de tendencia circular y un codo en ángulo casi recto y ligeramente sobreelevado. Sus medidas son de 9,15 cm de largo por un diámetro máximo de 4,26 cm (próximo al cuello) y mínimo de 2,9 cm (al inicio del codo). El alma tiene una pasta beige con partículas muy finas de moscovita y calcita; la epidermis parece poseer un baño en engobe blanquecina. El tipo es una producción con cronología amplia, hacia los tres últimos cuartos del -III y primer tercio del -I (Empereur 1987, figs. 12 y 13 [2]). En la cara superior del asa, y en sentido longitudinal, tiene un sello, cuyo análisis nos acotará mucho su datación en este extenso abanico. A continuación la acometemos.

Se trata de un sello in ansa en relieve dentro de una cartela rectangular completa (4 x 2cm). El epígrafe consta de tres líneas en letra capital griega de 0,2-0,3 cm. A continuación lo expondremos en mayúsculas, con la estructura que aparece en el sello, y lo transcribiremos en minúsculas cursivas debajo:                                                                                          

E[PI] A[RCI]
LAID[A]
AGRIANIOU


e[pi] A[rci]/laid[a]/Agrianiou

Las dos primeras líneas conformarían el epónimo [3] (epvnumos). Precisamente la abreviatura  e[pi] hace referencia a esta acepción. El poder ejecutivo en Rodas estaba en manos de dos magistrados, llamados anualmente por la asamblea, cada uno gobernaba seis meses. Por lo tanto, los nombres de los hombres libres que ocupaban el cargo pasaban a designar el año, e incluso, como hemos visto, el semestre. Le sigue, en la misma línea y ocupando íntegramente la siguiente, el nombre del magistrado: Archilaidas. Según la cronología tradicional, elaborada por V. Grace [4] y perfeccionada por J.Y. Empereur y A. Hesnard [5], se ubica dentro del Período III [6], hacia los años 182-176 aC. Pero con la nueva "chronologie basse", propuesta por G. Finkielsztejn [7] a mediados de los noventa, nuestro personaje se encontraría en un abanico cronológico comprendido entre el 171 y 164 aC. La expansión de este epónimo por el Mediterráneo es bastante importante, encontrándose paralelos en Atenas, Pérgamo, Oriente Medio, Egipto, Cartago, Chipre, Mar Negro, Siracusa, Agrigento... [8] La última línea, que se conserva íntegra, hace referencia a un mes bimensual del calendario rodio: Agrianiou, son los meses de mayo y junio.

Como corolario, pues, dos cuestiones. Por un lado, este ánfora nos otorga un terminus postquem para la estructura UE-14 de Can Servent que, siguiendo la cronología propuesta por Finkielsztejn, en ningún caso podría ser anterior al período comprendido entre el 171-164 aC. Y por otro, corrobora, como decíamos, la gran expansión y prestigio del vino rodio por todo el Mediterráneo. El mismo Virgilio designa bajo el nombre de rodio un tipo de uva para vino al que dedica las siguientes loas:

"(...) No os pasaré por alto, oh uva rodia! Grata a los dioses y bienvenida en las segundas mesas..." (Georg. II).





[1] En el MAEF consta bajo la sigla 21551/15/361.
[2] Sciallano 1991, 89; Tchernia 1978, pl.17, 4.
[3] Es el nombre de una persona o lugar que designa a un pueblo, una época, una enfermedad, una unidad ...
[4] Grace (1948).
[5] Empereur; Hesnard (1987).
[6] Probablemente el año 177 aC (Rotroff [1982]; Grace [1985]).
[7] Finkielsztejn (1995).
[8] Garozzo (2000): 555.



Bibliografia. 

- EIRIZ VIDAL; ROIG RIBAS (2008): Eiriz Vidal, A.I.; Roig Ribas, J.: Can Servent: els vestigis arqueològics de mil quatre-cents anys d’assentaments rurals al Pla de Sant Jordi. Fites, 8, pp. 17-27. Eivissa. 2008. 

- EMPEREUR; HESNARD (1987): Empereur, J.Y.; Hesnard, A.: Les amphores hellénistiques et romaines. P. Lévêque (ed.), Céramiques hellenistiques et romaines, II, 9-54. Paris. 1987. 

- FINKIELSZTEJN (1995): Finkielsztejn, G.: Chronologie basse des timbres amphoriques rhodiens et évaluation des exportations d’amphores. ActaHyp, VI, 1995, 279-296. 

- GAROZZO (2000): Garozzo, B.: I bolli anforari della collezione “Whitaker” al Museo di Mozia. Atti I, terze giornate internazionali di studi sull’area Elima, pp. 547-633. Pisa-Gibellina 2000. 

- GRACE (1948): Grace, V.R.: Rhodian jars in Florida, Hesperia, XVII, 1948, 14-144. 

- LAMBOGLIA (1952): LAMBOGLIA, N.: Per una classificazione preliminare della ceramica campana, Atti del I Congresso di Studi Liguri, Bordighera, 139-206. 1952. 

- LYDING-WILL (1982): Lyding-Will, E.: Greco-italic amphoras, Hesperia, 51, 3, 1982, 338-356. 

- RAMON (1981): RAMON, J.: La producción anfórica púnico-ebusitana, Ibiza, 1981. 

- RAMON (1995): RAMON, J.: Las ánforas fenicio-púnicas del Mediterráneo Central y Occidental, “Instrumenta”, 2, Universitat de Barcelona. 1995. 

- ROTROFF (1982): Rotroff, S.I.: The Athenian Agorà, XXII, Hellenistic Pottery: Athenian and Imported Mouldmade Bowls. Princeton. 1982. 

- SCIALLANO (1991): Sciallano, M.; Sibella, P.: Amphores, comment les identifier, Edisud, 1991. 

- TCHERNIA (1978): Tchernia, A.; Pomey, P.; Hesnard, A.: L’épave romaine de La Madrague de Giens, Var, Gallia, sup. 34, Paris, 1978.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Cisterna punicoromana de la Plaça de Vila


Esta estructura apareció en la plaza de Vila, a unos 2,40m al sureste del orejón del baluarte de Calvi y 0,24m de profundidad respecto del empedrado actual. La cisterna se encontraba muy arrasada, tanto por el rebaje durante la construcción de la fortaleza renacentista como por las numerosas instalaciones de servicios contemporáneas, documentándose una profundidad máxima de 0,92 m. 

La cisterna se ubica en el nº1.

Planta y sección longitudinal.

La planta era rectangular con orientación de 352º NO-SE: el extremo noroeste era redondeado y el sudeste rectilíneo-oblicuo. La anchura en la parte medial era de 0,98m, siendo en el extremo sureste de 0,95m. La profundidad máxima conservada era de 1,05m. La longitud a nivel de suelo era de 3,72m, llegando hasta 4,14m en su cota más alta. La factura de la cisterna consistía en un recorte sobre el sustrato rocoso revestido con un enlucido de mortero de cal y arcilla beige -con cerámica triturada, calcita y cuarcita- que llegaba a tener en la parte medial de la cisterna un espesor de hasta 8cm, donde se podían apreciar hasta tres capas por sucesivas reparaciones. El fondo tenía una pendiente decreciente en sentido sureste/noroeste, situándose las cotas a 9,11 y 9,03m.s.n.m. respectivamente. La fisonomía de esta cisterna recuerda paralelos arqueológicos excavados durante el mismo año 2009 en Sa Penya [1], y al igual que éstos, su planta hace suponer una sección fusiforme. 




Podríamos situar su cronología dentro del periodo tardopúnico (ss. II-I a.C.) con respecto a su etapa constructiva-funcional; datándonos su amortización y fase de escombrera el relleno, donde aparecieron como fósiles directores los bordes de ánforas ebusitanas PE-41, producción local de los tres primeros cuartos del siglo I d.C.



[1] Excavaciones de urgencia en la vivienda Calle Alta 8-10/Vista Alegre 1. Joan Roig Ribas (Quaderns d'Arqueologia Ebusitana 2, Intervencions 2009: 23-34. Consell d'Eivissa, 2010.).

martes, 16 de octubre de 2012

Zanjas para la vid de can Mates (Sant Jordi, Ibiza).


DESCRIPCIÓN DEL YACIMIENTO.
Este yacimiento fue detectado durante el mes de junio de 2006, proponiéndose dos sondeos para la excavación de las zanjas en extensión a ambos lados de la casa particular conocida como can Mates; situada en la venda de la Horta, municipio de Sant Jordi de ses Salines. Por encontrarse separadas en el tiempo, las dos intervenciones en este solar fueron subdivididas en dos sectores. Las coordenadas eran: en el extremo noreste del sector 2: x = 38.901692 / y = 1.405640, y en el extremo suroeste del sector 1: x = 38.901092 / y = 1.405109.

El sector 1 fue excavado durante la primera quincena del mes de julio de 2006. Fue acotada un área de 147,45 m2: con una planta en forma de L, la longitud máxima del sector era de 19,88 m y la anchura de 18,88 m. Se encontraron un total de 12 zanjas con orientación 64 º NE-SO, sus anchuras eran de alrededor de los 50 cm y las profundidades rondaban, en casi todos los casos, también el medio metro.

Zanjas del sector 1

Planimetría del sector 1.


El sector 2 se excavó durante las dos últimas semanas de agosto y la primera de septiembre del mismo año. El sondeo acotado ocupó un área de 90,49 m2, donde se localizaron un total de 5 zanjas con idéntica orientación a las del sector 1, y de las que, sin duda, eran continuidad.

Panorámica general del sector 2.

Planimetría del sector 2.

Las zanjas de ambos sectores estaban excavadas en el sustrato geológico, conformado por la costra caliza. En cuanto a su morfología, los extremos eran ligeramente redondeados y las secciones rectangulares. Los rellenos presentaban una matriz de arcilla marrón con abundancia de piedras calizas de pequeño y mediano calibre presentes en un 30% del compuesto base.

La separación entre las zanjas, o entreliños, tenía una moda de unos 1,9 m en el sector 1 y 1,55 m en el 2.

Planimetría con la disposición de los dos sectores.


MATERIAL CERÁMICO.
Los fósiles directores del yacimiento los otorgaron los rellenos de las zanjas UU.EE. 9 (10), 27 (28), 33 (34), 35 (36) y 47 (48):

  • UE-10: nº12) Borde de ánfora PE-25; nº8) Borde de tapadora africana Hayes 196.
  • UE-28: nº8) Asa de olpe gris ebusitano de paredes finas ("similis" Puig et al., 2004: CC86.A103.342, p. 97); nº9) Base de olpe gris ebusitano de paredes finas ("similis" Puig et al., 2004: CC87.D142.169, p. 96). 
  • UE-34: nº1) Asa de olpe gris ebusitano de paredes finas ("similis" Puig et al., 2004: CC86.A103.342, p. 97); nº2) Base olpe gris ebusitano de paredes finas ("similis" Puig et al., 2004: CC87.E149.282, p. 97).
  • UE-36: nº17) Asa de ánfora tarraconense Dr. 2/4.
  • UE-48: nº36) Borde tapadora africana Hayes 196.
Como corolario cerámico, podríamos situar el funcionamiento de las zanjas allá por el s. II dC.





ZANJAS DE CULTIVO: Breve síntesis de la cuestión.

Las zanjas de cultivo para la vid en los últimos años han sido motivo de numerosas excavaciones debido a las intervenciones de urgencia y han aportado, además, una excelsa información sobre la estructuración del campo ebusitano.

Los antiguos denominaban esta técnica de cultivo pastinatio. El término latino pastinus,-um, hacía referencia, en un principio -al menos hasta el I dC-, a una herramienta de hierro de dos pinchos que servía para cavar surcos en el suelo (Col., III, 18, 1). Ya en el siglo IV dC, Paladio en Opus agriculturae se ve obligado a cambiar este nombre por el de acus [1] porque el pastinus entre sus coetáneos ha pasado a denominar el suelo cavado, fundamentalmente para viña, pero también para muchos otros cultivos (Pal., I, 7, 2; III, 9, 1).

De la gran proliferación de este tipo de cultivo durante el altoimperio, tanto en Italia como en las provincias-donde las producciones habrían adquirido un carácter decididamente industrial-, nos da cumplida muestra un edicto del emperador Domiciano (81-96 aC ) [2]:

"Habiendo observado el mismo año gran abundancia de vino y mucha escasez de trigo, dedujo de ello que la preferencia otorgada a los viñedos hacía olvidar los trigales; prohibió entonces plantar nuevas viñas en Italia y dejar subsistir en las provincias más de la mitad de las antiguas, pero abandonó la ejecución de este edicto ".

El emperador no equivoco el diagnóstico. El problema de la escasez de trigo en Roma era estructural: el dominio agrario medio, imperante, al menos en Italia, hasta inicios del II dC, siempre había dado prioridad a los cultivos arbustivos en detrimento de los cereales (dinámica que empieza a cambiar en el bajomperio). Pero la gran conflictividad social que podía generar dicho edicto le obligó a desistir de su política agraria [3]. 

Jenofonte (431-354 aC), en su obra Económico, y siguiendo la metodología mayéutica, nos expone en el diálogo entre Sócrates y Iscómaco el mejor proceder para cavar las fosas. Éstas debían tener una profundidad que podía oscilar entre los 3 y 2,5 pies (el pie ático= 29,4 cm), siendo también la anchura recomendada de las mismas medidas. Resultando una sección cuadrangular con lados de entre 88,20 cm y 73,50 cm.

Lucius Junius Moderatus, de mote Columela (pieza del trapetum romano), vivió durante el primer siglo de la Era cristiana y nos legó, con su obra magna De re rustica, un valioso compendio de agricultura en la antigüedad. Sobre los modos de plantar viñas, Columela nos habla extensamente en el capítulo 13 del Libro III del Liber de arboribus; en él nos cuenta que hay dos formas de plantar la viña, en fosas o en zanjas:

a) En el primer caso, se "... cavará el suelo casi 3 pies de largo por 2 de fondo, y de ancho cuanto permita la azada", "... dejando entre fosa y fosa un trozo no cavado también de 3 pies ". El pie romano, o pes, equivalía a 29,57 cm, por tanto, resultarían unas fosas de unos 88,71 cm de longitud por 59,14 cm de profundidad. Columela sigue diciendo que la separación entre las fosas debía ser también de 88,71 cm, y la distancia entre las hileras de fosas (entreliño) sería de un mínimo de 1,47 m y de un máximo de 2,07 m si el trabajo de la tierra era realizado por un cavador; y, en el caso de que la tierra fuera trabajada por animales de tiro y arado, el mínimo debería ser de 2,07 m y el máximo de 2,9 m.

b) Por lo que se refiere a las zanjas, podemos discernir en Columela dos tipos. El primero, tenía las siguientes características:
Anchura de 6 pies (1,77 m).
Profundidad de 3 pies (0,88 m).
Espacio entre zanjas de 6 pies (1,77 m).

El segundo tipo:
Ancho de 5 pies (1,47 m).
Profundidad de 2,75 pies (0,81 m).
Espacio entre zanjas de 15 pies (4,43 m).

Casiano Baso -ya en el siglo V dC- en su obra Geopónica capítulo 12, cita a un tal Florentino, que no recomienda cavar las zanjas y fosas a menos de 4 pies de profundidad, lo que equivaldría a 1,18 m, "... pues las que se plantan superficialmente envejecen antes y pierden el fruto porque en poca tierra obtienen poco alimento y en verano se queman", por lo tanto tenemos que " ... cavar hasta donde penetre la calor del sol y plantar, y aseguran que a más de dicha profundidad no penetra la calor del sol,... ".

Por lo que hemos podido escrutar en las fuentes clásicas, ciertamente, las características morfológicas presentadas no se asimilan en demasía al tipo de zanjas que hemos encontrado en can Matas, siendo el principal escollo la gran anchura de las zanjas representadas por Columela, cuando difícilmente alguna de las zanjas documentadas supera los 50 cm de ancho. La separación entre las zanjas oscilaba entre 1,55-90 m, que también difiere de la recomendada por Columela.


No sabemos muy bien a qué pueden deberse estas divergencias, pero la raíz púnica los escritos agronómicos romanos puede esconder algún error en las equivalencias metrológicas. Según Jodin [4] el sistema de medidas cartaginés se basaba en el pie olímpico o ático de 36,8 cm:

METROLOGÍA PUNICOCARTAGINESA SEGÚN Jodin, A. (1975):
  • Dedo= 1/16 pies = 2,3 cm.
  • Cóndilo= 1/8 pies= 4,6 cm.
  • Palma (Palaisté)= 1/4 pies= 9,2 cm.
  • Codo pequeño= 1 pie y 1/4= 46 cm.
  • Codo grande= 1 pie y 1/2= 55,2 cm.
  • Paso= 2 pies y 1/2= 92 cm.


Podría ser que cuando Columela habla de anchos de 5 o 6 pies para las zanjas, realmente se estuviera refiriendo a palmas, que sí darían como resultado unas medidas más en consonancia con las del registro arqueológico: 46 y 55,2 cm respectivamente. Dimensiones, éstas, que corresponderían con el codo pequeño y grande del sistema expuesto por Jodin. Quizá cuando Columela tomó de la fuente púnica, ex libris Magonis [5], la anchura de las zanjas confundió, en la redacción del texto que no en la praxis, los divisores del codo cartaginés. Esta cuestión es una mera conjetura a día de hoy, pero debe abrir una línea de investigación con el objetivo de dar luz a unos datos de las fuentes antiguas que no se han podido corroborar con los vestigios arqueológicos, no sólo en Ibiza, tampoco en Francia o Italia.

Los autores mencionados citan prolíficamente a Magón, pero sobre este apartado de las características morfológicas de las fosas y zanjas no hemos podido encontrar ninguna referencia directa. Sí acuden a él, tanto Columela como Paladio, a la hora de hablar de la composición de los rellenos. Aunque Columela también lo cita indirectamente, acudiendo a las Geórgicas de Virgilio, expone refiriéndose al texto original lo siguiente: "(...) Tira piedra esponjosa o rugosas almejas", y más adelante "(... ) Y no han faltado ya aquellos que la aprietan (la vid) con una piedra grande o con el peso de una teja gruesa. Aquella la defiende de las lluvias torrenciales, y ésta, cuando la canícula abrasadora abra los campos cuarteados ". En de Opus agriculturae, Paladio comenta sobre el cartaginés: "(...) Magón recomienda no llenar la fosa el primer año, sino ir poniéndola a nivel despacio, lo que forzará a la viña a hacer raíces más profundas . Pero esto seguramente conviene en zonas áridas, aunque, en las húmedas, si no se llena de tierra inmediatamente, se pudren las plantas al recoger agua ".

BIBLIOGRAFÍA.

  • BASO, CASIANO (1998): Geopónica, o, Extracto de agricultura de Casiano Baso / traducción y comentarios de María José Meana, José Ignacio Cubero, Pedro Sáez. Madrid 1998.
  • COLUMELA (2004): Volumen 1: Libro de los árboles. La labranza libros I-V. Madrid: Editorial Gredos.
  • JODIN (1975): JODIN, A.: Recherches sur la metrologie de Maroc punique et hellenistique. Volúbilis, pp. 8-75. Tanger. 1975.
  • PUIG ET AL. (2004): PUIG MORAGÓN, R; DÍES CUSÍ, E; GÓMEZ BELLARD, C: Can Corda. Un asentamiento rural púnico-romano en el sudeste de Eivissa. Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 53. Govern de les Illes Balears, Conselleria d’Educació i Cultura, Eivissa. 2004.
  • SUETONIO (1992): SUETONIO TRANQUILO, C.: Los doce césares. Libros I-III. Ed. Gredos. Madrid. 1992.



[1] Pal., I, 42, 2.
[2] Suetonio; Domiciano, VII, 196-197.
[3] “(…) el principal motivo que impidió hacer cumplir el edicto que mandaba cortar las viñas, se afirma que fue la lectura de cierto escrito difundido por Roma, en el que se leía estos dos versos en griego:
Aunque cortes todas las viñas,
No podrás impedir que haya suficiente vino para celebrar tu muerte.” (Suetonio, Domiciano, XIV).   

[4] Jodin (1975).
[5] "De los libros de Magón". La obra de este agrónomo cartaginés -que debe ser anterior al 146 aC, momento en que es ordenada su traducción por el senado- está desaparecida, todo lo que conocemos de ella es por las numerosas citas que hacen los agrónomos latinos : Virgilio, Plinio, Columela y Paladio.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Acueducto romano en can Misses (Municipio de Ibiza).




DESCRIPCIÓN MORFOLÓGICA Y ESTRATIGRÁFICA.

El nuevo tramo de acueducto descubierto [1] (UE-790) constaba de una longitud de 11,3m, con planta rectilínea y orientación de 50 º NE-SO. Estaba seccionado, en una longitud de 1,05m, por un tubo moderno (UE-928) procedente de los sumideros de saneamiento de la calzada que subdividía el acueducto en sendos segmentos: medial / noreste, con una longitud de 6,7m, y suroeste, de 3,5m. El specus colmata una zanja (UE-789) hecha sobre el sustrato geológico, que en el tramo más alterado -bajo la calzada de la calle Corona- afloraba a la altura de la coronación de las paredes que flanqueaban el acueducto. Con una sección cóncava tenía una profundidad de 0,45m y anchura que variaba en torno a los 0,9 y 1m. En el perfil noreste, donde el sustrato geológico permanecía en su cota original, esta negativa llegaba a 1,27m de profundidad, apareciendo la cara superior de las paredes del acueducto a 0,82m de profundidad y permaneciendo, por tanto, completamente enterrado. El specus UE-790 consistía en una canal de sección cuadrangular: tenía 0,3m de anchura y profundidad hasta llegar a la arista redondeada de la parte superior de las paredes internas; su coronación se situaba a 0,35m de altura. Las paredes interiores presentaban un revestimiento de unos 1,5cm-2cm de mortero de arcilla y cal con cerámica triturada de granulometría muy fina y, sobre éste, un enlucido de cal. Las paredes eran completamente lisas, aunque en algunos lugares daban la impresión de ser irregulares por la deposición sobre ellas de la cal resultante de la circulación del agua durante siglos. Algunos acueductos quedaron precisamente inhabilitados a causa de esta problemática debido a la falta de un mantenimiento regular. En algunos tramos este "turc" [2] llegaba hasta los 4,2cm de grosor, reduciendo ostensiblemente la capacidad del specus. Seguramente esta sedimentación se daba con mayor agudeza aquí debido a cierto "estancamiento" del agua por la suave pendiente. Las esquinas inferiores de la canal eran flanqueadas por dos zócalos longitudinales de media caña de 5cm de alzado y 4cm de ancho. Estos zócalos se encontraban a lo largo de todo el acueducto, aunque en ocasiones quedaban enterrados por el "turc" y no se apreciaban; es una solución muy recurrente en todas las obras hidráulicas romanas: el objetivo, reforzar las esquinas para evitar las grietas derivadas de la erosión del agua. El lecho del specus, que era la misma pieza que los zócalos, estaba conformado por una solera de opus signinum de 6cm de grosor con una superficie lisa de 21,5cm de ancho. Este fondo descansaba sobre un preparado de opus caementicium de 7cm de grosor, compuesto por mortero de arcilla y cal con piedras calizas de pequeño calibre. Las paredes perimetrales del acueducto, como ya hemos advertido, eran una obra de mampostería que remachaba una negativa, nunca se pueden interpretar como estructuras en alzado, ni en este tramo ni en los aparecidos en Ses Galamones o Antonio Manuel García n º 5. Tenían una anchura media de 0,3m, llegando la máxima a 0,4m. El aparejo estaba formado por rocas calcáreas (15x10x10cm) poco trabajadas que trababan con un mortero grisáceo de arcilla y cal. En los tramos donde se conservaba todo el alzado, la cara superior de las paredes estaba revestida con mortero de arcilla, redondeando, como decíamos, la arista de unión con las caras internas del specus. En el perfil noreste quedaba íntegro el alzado del acueducto dada la nula afección de obras contemporáneas. Este hecho posibilitó la preservación de la cubierta, que en el tramo excavado se limitaba a una sola losa rectangular de talla caliza (69x59x15cm), aunque se pudo observar cómo la cubierta tenía continuidad con una nueva losa caliza que se soterraba bajo el relleno de amortización UE-792. Todo hace pensar que este último depósito mencionado, UE-792, habría sedimentado ulteriormente al abandono del acueducto, quedando la cubierta a la intemperie durante su funcionamiento. Si el acueducto hubiera estado completamente enterrado habría dificultado enormemente las tareas de mantenimiento. Para averiguar la pendiente del specus, materia importante para determinar la dirección del agua, tomamos un total de 24 cotas absolutas, una cada 0,5 m. Todo parecía indicar, por tramos descubiertos en los solares cercanos, que la conducción del agua debía ir en dirección suroeste, y así lo creemos, pero atendiendo únicamente a las cotas, el segmento medial / noreste del acueducto parecía poseer un claro declive hacia el noreste, eso sí, con valores muy irregulares. Esta tendencia en la inclinación variaba completamente en el tramo medial / suroeste, donde sí se apreciaba una pendiente descendente más regular hacia el suroeste. Seguramente esta pendiente ascendente descrita para el tramo medial / noreste se debe a la necesidad de disminuir en este punto la presión del agua, causa que justifica también la circunvalación de la ciudad y el gran rebaje efectuado sobre el sustrato geológico .

  

El relleno del specus (UE-791) era un compuesto con fracción fina de arcilla limosa de color grisáceo en un 80%, el resto era conformado por una fracción gruesa de gravas y rocas calcáreas. Entre el contenido orgánico destacaba la presencia abundante de gasterópodos terrestres. Pero sin duda lo más destacable aquí son las producciones cerámicas, que nos han otorgado una datación entorno a la primera mitad del siglo III dC: destacan, especialmente, un fragmento de asa de ánfora PE-25 tardía (Ramon, 2006: 249, fig . 5), una base de olla de cocina africana Hayes 197 y un borde de plato-tapadera, también africano, Hayes 196. Así pues, podríamos acotar la fase funcional del acueducto entre finales del siglo I dC y seguramente la totalidad del II dC, resulta más difícil determinar en qué momento del III dC cae en desuso; al menos, habría que rechazar la prolongación de su uso más allá de mediados de esta centuria.


 

CONCLUSIONES.
La construcción del acueducto se fecha con una inscripción bastante conspicua y ya, desafortunadamente, desaparecida. Se trata del epígrafe del castillo de Corbera [3], en las cercanías de Perpiñán, y que ya F. Fosa en el siglo XVIII relacionó con Ibiza. Todo parece indicar -cómo el propio Fosa relató- que Jean Devi, gobernador y capitán general de las islas en el siglo XVI, y oriundo de la comarca, se lo llevó de Ibiza antes del 1569 (año de su muerte) para colocarlo en un muro de su casa en la "Place de la Huile" de Perpiñán. Más tarde M. León de Villar lo llevaría al patio del castillo de Corbera. La inscripción se perdió definitivamente durante la Segunda Guerra Mundial. Pero antes al menos pudo ser debidamente estudiada, documentada e incluida por Emil Hübner en su Corpus Inscriptionum Latinarum de 1869. A continuación la transcribimos:

L (ucius) · Cornelius · Longo · et / M (arcus) · Cornelius · Auitus · {f (ilii /-libre)} · et / L (ucius) · Cornelius · Longo · et / C (aius) · Cornelius · Seruinus · et / M (arcus) · Cornelius · Auitus · et / P (ublius) · Cornelius · Cornelianus · nep (odas) · {ex-L (UCIO)} / {et M (arco) f (iliis) / et M (arci) f (ilii)} aquam · in · municipium · Flauium / Ebusum s (ua) · p (ecunia) · p (erduxerunt) [4].



De este texto podemos extraer una primera y somera conclusión: la fecha de construcción del acueducto debe ser ulterior al edicto de latinidad emitido por el emperador Vespasiano en el 74 dC (Ius Latii [5]) -decreto que otorgaba la ciudadanía latina en las provincias de Hispania-. Esta aseveración se deriva de la adquisición del estatus de municipio de Ebusus, antes ciudad federada. Más aventurado es establecer con cuánta posterioridad a ese año se construyó. Algunos historiadores (Juan, 1988: 49) han conjeturado sobre la posibilidad de que uno de los personajes que aparece en la lápida, concretamente Cornelio (uno de los nietos), fue el destinatario de una de las epístolas de Plinio el Joven [6]. Si aceptamos esta hipótesis como válida, Publio Cornelio Cornelio habría sido coetáneo de Plinio el Joven (62-113 dC) y su padre seguramente lo fue del tío del segundo, Plinio el Viejo (23-79 dC). Siguiendo con este argumento, Juan Castelló deduce que la inscripción debió realizarse durante la madurez del padre de Cornelio, ya que también aparece el abuelo, por lo tanto no debe alejarse mucho del 79 dC, año de la muerte de Plinio el Viejo (con 56 años) durante la erupción del Vesubio y donde Plinio el Joven contaba con 17 años. Aunque resulta osado establecer esta asociación por la simple coincidencia de nombres. No parece, sin embargo, que la datación pueda ser ulterior a la dinastía flavia, el último emperador de la cual fue Domiciano, muerto el 96 dC. En cualquier caso, habría que situar la fecha de construcción del acueducto hacia el último cuarto del I dC.

La casuística de la lápida, y por tanto de la obra a la que conmemoraba, hay que situarla en un acto de evergetismo de una familia de la aristocracia ebusitana: los Cornelio. Esta práctica era muy habitual entre las clases altas de la sociedad romana, consistía en costear obras públicas con el objetivo de adquirir notoriedad y rédito para postularse para algún cargo público o político (Castro; Roig, 2009: 28) .


BIBLIOGRAFÍA.
ADAM (1996): ADAM, J.P.: La construcción romana: materiales y técnicas. Lleó. 1996. 
CASTRO; ROIG (2009): CASTRO ORELLANA, J.; ROIG RIBAS, J.: Nuevas evidencias sobre el abastecimiento de agua de la ciudad romana de Ebusus. El conjunto hidráulico del Camí de Cas Ferró. Fites nº9. 2009. 
JUAN (1988): JUAN CASTELLÓ, J.: Epigrafía romana de Ebusus. Eivissa. Trabajos del Museo Arqueológico de Ibiza, nº20. 1988. 
PLINI, el Jove (2005): PLINI, el Jove: Cartas. Ed. Gredos. Madrid. 2005. 
PLINI, el Vell (1998): PLINI, el Vell: Historia Natural, libros III-VI. Ed. Gredos. Madrid. 1998. 
RAMON (2006): RAMON, J.: Les àmfores altimperials d’Ebusus. Monografies 8, MAC, pp. 241-269. 2006. 
VENY (1965): VENY, C.: Corpus de las inscripciones baleáricas hasta la dominación árabe. Madrid-Roma. 1965. 
VIVES (1971): VIVES, J.: Inscripciones latinas de la España romana. Barcelona. 1971. 


[1] Durante los años 2006 y 2007 fueron excavados en los solares adyacentes de Ses Galamones y Antoni Manel Garcia n º 5 otros sendos tramos por los arqueólogos Juan Piña y Juan José Marí Casanova respectivamente (Inéditos).
[2] Término que se utiliza en la Ibiza rural para referirse a este fenómeno, que se reproduce en las acequias para regadío.
[3] C.I.L. II, 3663; C.I.B. 191; I.L.E.R. 2044.
[4] Juan Castelló (1988), pág. 46.
[5] Plinio el Viejo (Naturalis Historia, III, 30):
Universae Hispaniae Vespasianus Imperator Augustus iactatum (iactatus) procellis rei publicae Latium tribuit.
[6] Plinio el Joven (Epístola, 6,31).

domingo, 2 de septiembre de 2012

Tumba camí des Pou d'en Basques (can Escandell, Eivissa).


DESCRIPCIÓN.
La tumba se componía, a nivel estratigráfico, por cuatro unidades que desglosamos:

  • UE-2: corresponde a la fosa o recorte sobre los sedimentos para la colocación de la cista.
  • UE-3: son los elementos constructivos de la tumba, es decir, la cista propiamente.
  • UE-4: son los despojos del individuo.
  • UE-8: es el relleno de amortización del interior de la tumba.


La fosa UE-2 afloró a 1,07m de profundidad respecto de la cota del asfalto (referencia de todas las cotas subsiguientes que aparecen en el texto). Cortaba al sustrato geológico UE-9, compuesto por arcilla rojiza muy compacta. Tenía una planta rectangular, con el extremo noroeste ligeramente redondeado, y sección cóncava. Sus medidas conservadas eran de 0,9m de largo por 0,5m de ancho y 0,41m de profundidad. La orientación era NO-SE en 343º.


  


La exposición de la cista UE-3 la subdividiremos en tres figuras: UE-3/1, corresponderá a la primera cubierta de signinum de la tumba; UE-3/2, a la segunda de losas calcáreas; UE-3/3, al sarcófago de losas de marés. Así pues, la cubierta UE-3/1 era una lechada de opus signinum, que rellenaba la negativa UE-2 a cota -1,07, por tanto, el ancho y largo eran análogos a los descritos para la fosa, medidas a las que añadiremos un grosor de unos 4cm. Su orientación equivalía, pues, a la referida para UE-2: 343º NO-SE. La fábrica de esta argamasa era de mortero de cal con fragmentos cerámicos triturados. Los contornos de la pieza mostraban un ligero biselado acabado en un borde irregular y tosco que denotaba su adosamiento sobre las paredes de una negativa y elaboración in situ. En su extremo noroeste mostraba una oquedad en relieve de planta circular, con un diámetro de unos 14cm y profundidad de 3cm; la consideramos, como ya desarrollaremos, la negativa de un cipo funerario (seguramente estiliforme o anicónico) encastrado. Aunque presentaba un acabado muy pulido en su cara superior, este mortero jamás debe ser interpretado como un elemento que permaneciera a la intemperie, estaba cubierto por la tierra que rellenaba la fosa del sepelio, y su función era la de protegerlo de los factores ambientales. Sus características de impermeabilidad (debemos advertir que es una argamasa muy utilizada en las obras hidráulicas romanas) le otorgaban un valor hidrófugo, y su compactación y dureza impedían la entrada de raíces entre las juntas de las losas. No cabe duda, a tenor de la casi nula filtración de sedimento en el interior de la tumba, que dicha cubierta cumplió su cometido. Debajo de este preparado, a unos 0,2m, afloraba la cubierta de losas calcáreas UE-3/2. Eran dos losas calcáreas (0,5 x 0,3 x 0,08m) colocadas transversalmente sobre la tumba y apoyándose sobre las paredes de marés. Sólo nos queda hablar, por lo que respecta a los elementos constructivos, del sarcófago de piedras areniscas UE-3/3. Lo conformaban cinco losas paralelepípedas dispuestas en planta rectangular con orientación NO-SE en 343º: dos de ellas (35x23x7cm) cerraban la caja por el noroeste, otras dos por el noreste (46 y 36x35x7cm) y una sola por el suroeste (76x35x7cm). Sus medidas totales eran de 0,86m de largo, 0,46m de ancho y 0,37m de alto.              

 

El individuo UE-4 estaba colocado en decúbito supino, articulado y con sus extremidades en posición anatómica. Tenía la cabeza en el extremo noroeste de la cista, unos 13cm por debajo de la cara inferior de las losas calcáreas. El estado de conservación era bueno, aunque fue seccionado a la altura de las epífisis proximales de los fémures. En campo pudimos llegar a determinar que se trataba, como mínimo, de un individuo adulto (20-39 años), así lo atestiguaban la fusión epifisaria y métrica de los huesos largos (húmeros de 290mm), la sinostosis craneal y la erupción dental de los terceros molares. Por lo que respecta al sexo, nos pareció un varón básicamente por tres indicios: tenía una protuberancia occipital y apófisis mastoides muy pronunciadas y una escotadura ciática de ángulo agudo. Pero el estudio antropológico es el que debe arrojar una luz más diáfana sobre estos aspectos sólo esbozados aquí.     



Por último, nos resta por comentar el relleno UE-8. Como hemos dicho arriba, la buena preservación interior de la tumba, en gran parte debida a la cubierta de signinum, nos privó de un nivel de amortización de cierta envergadura estratigráfica. Apenas contaba con una potencia de 0,16m y no nos otorgó ningún resto de cultura material que nos permitiera acotar la cronología. Sin embargo, por otros contextos funerarios de la isla, podemos afirmar que el rito de la inhumación, en cista o fosa simple, empieza a sustituir a partir del III d.C. a las incineraciones secundarias, predominantes durante el II, siendo ya la tipología hegemónica en el IV.    

CONCLUSIONES.
A efectos estructurales, la característica morfológica más relevante es la negativa de un cipo funerario sobre la cubierta de opus signinum.

El cipo lítico era a veces reemplazado por pilares de madera (pali sacrificales)[1], material perecedero que podría justificar su desaparición en el registro arqueológico actual –sin menoscabo, evidentemente, de su más que probable expolio–. Hecha esta salvedad, deberíamos interesarnos ahora por cuál era su objeto. Normalmente suelen estar relacionados con ceremonias de libación; en Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz) se documentaron junto con conductos que ponían en contacto las ofrendas con las cenizas contenidas en las cupae[2]. Estas incineraciones están datadas en época claudia y flavia (segunda mitad del I d.C.), momento en el que este tipo de ritual es dominante, hecho que no es óbice para sugerir que la funcionalidad de los cipos se mantenga inalterable para las inhumaciones (como es el caso que nos ocupa): liturgia, ésta, que comienza a proliferar durante el III y IV d.C. bajo el palio de nuevos cultos orientales inoculados en el Imperio –entre ellos el cristianismo–.  

Por ende, el cipo funerario estaba cargado de simbolismo escatológico y devenía un objeto liminal[3] entre el inframundo y el mundo de los vivos; marcaba el punto de encuentro entre el finado y sus familiares que le rendían tributo. Es, por ello, tanto un límite metafísico y como físico –por cuanto no deja de ser la “baliza” de una tumba–. Este concepto de umbral viene incluso materializado y avalado por su colocación en el enterramiento: encastrado en la mampostería de la tumba, normalmente en un extremo y sobre el basamento, se encontraba parcialmente soterrado, permaneciendo en ese limbo espacial que comunicaba al individuo enterrado con el exterior, y viceversa, a manera de cordón umbilical.

La diversidad tipológica es, ciertamente, variopinta, yendo desde formas ovoideas a estiliformes y antropomórficas. Esta última forma de representación ofrece un mayor debate interpretativo, situándose en la palestra tesis confrontadas sobre si representan al finado o algún genio de ultratumba. La forma tosca y fea de alguna de estas tallas, no parece sugerir que éstas pudieran ser el recuerdo que los familiares quisieran guardar de sus seres queridos. Pero también hay que recurrir al pragmatismo, no hay que olvidar que estas figuras estaban destinadas a  permanecer semienterradas, por tanto, no exigían una excesiva ornamentación más allá de la necesaria para cumplir su fin simbólico.

Muchos son los estudios que se han empezado a realizar en los últimos años sobre la interpretación de los “paisajes” del pasado. El paisaje es, a grosso modo, el resultado de la adaptación y modificación cultural que el hombre hace del medio. La consecuencia inmediata a este hecho es evidente: mediante el estudio de la articulación de los paisajes del pasado podemos extrapolar a la interpretación conductas y estructuras sociales. El paisaje funerario no escapa, evidentemente, a este tipo de análisis. Como decía Heidegger: “el hombre es un ser para la muerte”, evadirse de este hecho nos convierte a la vida inauténtica, afrontarlo con valentía nos acerca a la esencia, al ser auténtico, al Dasein, al ser-ahí en perfecta comunión con la Tierra. Este circunloquio viene a desmentir el dicho de que la muerte nos iguala a todos, en verdad es lo que más nos diferencia; precisamente por estar ahí, potencialmente presente en todas las acciones de nuestra vida, nos condiciona por cuanto nos obliga a posicionarnos. Este condicionamiento mental se materializa posteriormente en la liturgia funeraria. La religión no deja de ser, desde esta percepción, una forma de eludir ese destino indefectible. Por ello, en el ritual, el individuo, y sus familiares como garantes de su voluntad y honra, hacen gala de todos los méritos (materiales e inmateriales) que lo convierten, a los ojos de los demás, en digno merecedor de gloria eterna. Sobre las virtudes inmateriales nos es difícil elucubrar, pero de las “cualidades” materiales el registro arqueológico nos otorga algunos vestigios. El espacio sepulcral no es una amalgama arbitraria, sino que está organizado y jerarquizado en función de la ubicación y caracterización de las tumbas; trufándolo de valores espaciales, cronológicos, arquitectónicos y tipológicos. En la esfera cultural romana y pagana “el prestigio social” del enterramiento solía derivar del espacio y superficie que ocupaba, los materiales utilizados, los ajuares y la exuberancia de las ceremonias (durante la inhumación y ulteriores). Los romanos siempre hubiesen querido hacer destacar su tumba en altura (Prados Martínez; García Jiménez, 2009:10). Estos monumentos se ubicarían en las partes más destacadas de las necrópolis o flanqueando los accesos a las principales ciudades. Resolviendo con estas premisas, las conclusiones que podemos extraer de la tumba del Pou d’en Basques son más bien pobres, principalmente por dos escollos insalvables. El primero, y principal, es que nos encontramos ante una tumba aislada, por lo tanto, establecer una jerarquización en base al análisis comparativo de un contexto cronológico inmediato es imposible. En segundo lugar, la tumba fue seccionada en su parte medial/suroeste, perdiéndose para la documentación la posible presencia de un ajuar, a los pies del individuo, que podría haber proyectado un haz de luz sobre esta cuestión. Incluso, el hecho de que contara con un cipo funerario tampoco parece ser determinante para dotar de un estatus elevado al finado; Jiménez Díez[4] nos advierte que éstos aparecen en Baelo Claudia “asociados tanto a los enterramientos más sencillos (incineraciones en fosa) como a los monumentos más elaborados (pequeños mausoleos, recintos funerarios, cupae), incluida una inhumación”. 

Pero bien, intentaremos elaborar un discurso hipotético de jerarquía social en base a la arquitectura del enterramiento. Se trata de una cista hecha con losas de marés o piedra arenisca. Un sarcófago de esta manufactura requiere de cierta movilización y contratación de fuerza productiva especializada, que no exige, por ejemplo, uno hecho de losas calcáreas de piedra seca: material abundante en el sustrato geológico ibicenco, también de fácil talla y muy prolífico en la mampostería funeraria de la Antigüedad ebusitana. El marés se encuentra en las canteras de la costa, resultado de la fosilización de las dunas de arena allá por el cuaternario, más concretamente en el pleistoceno, hace alrededor de un millón de años. En la Iboshim púnica se ha documentado ya su utilización como materia prima de los sarcófagos de una sola pieza de los hipogeos de Puig des Molins o ses Païsses de Cala d’Hort. Es, por tanto, un ingrediente muy recurrente en la arquitectura (funeraria y civil) de Ibiza desde los siglos IV-V a.C. hasta época contemporánea; prueba de ello son las murallas renacentistas del XVI. Este hecho, pero, no va en menoscabo de que es necesaria su extracción, seguramente para época antigua de las canteras de las Salinas, talla y transporte, y por tanto la construcción de este tipo de tumba es más costosa, evidentemente, que una en fosa simple o cista calcárea. Tampoco hemos de desdeñar que pudiera reutilizarse un sillar próximo, reduciéndose ostensiblemente el coste de su producción; pero en principio este tipo de construcción, sin más contingencia plausible, debía ser más oneroso. Otro elemento constructivo que enriquece, ergo jerarquiza, el enterramiento enormemente, es la cubierta. En muchas inhumaciones de estas características la cubierta suele estar realizada en losas calcáreas de talla tosca. En cambio en ésta tenemos una doble cubierta: una de signinum y otra de piedra seca. En la primera de ellas, como dijimos, iba encastrado el cipo y ofrece una factura muy depurada, para la que sin duda fue menester una mano de obra especializada. Estos elementos nos permiten conjeturar que nos encontramos ante el sepelio de un individuo con estatus social elevado dentro de una economía preeminentemente agropecuaria: posiblemente uno de los señores de un asentamiento rural próximo. En can Pere Arabí pudimos documentar un área sepulcral próxima a la domus, donde constatamos cierta estratificación social en base a los elementos constructivos de los enterramientos en cista: dos de ellos (hombre y mujer, posiblemente cónyuges), colindantes entre sí, elaborados con losas de marés y, separados de éstos por una veintena de metros al noroeste, tres de fábrica mucho más pobre (losas calcáreas). Tomando como testimonio a Catón (De Agriculturae, allá por el siglo II a.C.) que narra cómo el dominio rural romano estaba conformado por unos amos a cargo de un pequeño contingente de mano de obra esclava, no resulta inverosímil tratar de hallar esta división estamental en el registro arqueológico. El estudio antropológico irá en esta línea, haciendo especial hincapié en aquello que podemos denominar “patologías de estamento”.  

BIBLIOGRAFÍA:
  •  GLARE (1968): GLARE, P.G.W. (1968): “Cip(p)us. Oxford Latin Dictionary”. Oxford, 316.
·      JIMÉNEZ DÍEZ (2007): JIMÉNEZ DÍEZ, A. (2007): “Culto a los ancestros en época romana: los cipos funerarios de las necrópolis de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz)”. Archivo Español de Arqueología 2007, vol. 80, págs. 75-106.
·  PARIS ET AL. (1926): PARIS, P.; BONSOR, G.; LAUMONIER, A.; RICARD, R.; MERGELINA, C. (1926): “Fouilles de Belo (Bolonia, Province de Cadix) (1917-1921)”. Tome II, La Nécropole, Bordeaux-Paris.
·         PRADOS MARTÍNEZ; GARCÍA JIMÉNEZ (2009): PRADOS MARTÍNEZ, F; GARCÍA JIMÉNEZ (2009): “Aproximación al paisaje funerario de la necrópolis oriental de Baelo Claudia”. Revista Aljaranda 72, págs. 4-12.
·         REMESAL (1979): REMESAL RODRÍGUEZ, J. (1979): “La necrópolis sureste de Belo”. E.A.E. 104, Madrid.



[1] Jiménez Díez (2007), p. 79.
[2] Paris et al. (1926), p. 38.
[3] Glare (1968).
[4] Jiménez Díez (2007), p. 80.